GOLPE DE ESTADO EN CHILE

En mi opinión, el golpe de estado en curso no será detenido esta vez por las FF. AA. Y como suelo hacer, fundamento mis opiniones en la observación de los propios hechos que están a la vista de cualquiera que quiera ver, por cuanto los hechos describen la imperturbable realidad y en tal sentido, constituyen evidencia. 

¿Cuáles hechos?, pues aunque me parece tan evidente, que reiterarlos es un insulto a la inteligencia de toda persona educada y de pensamiento libre, sólo mencionaré la actitud y conducta militar de obedecer órdenes inconstitucionales y que vulneran la propia naturaleza y obligaciones de las fuerzas armadas, que pertenecen a la Ciudadanía. Órdenes emanadas de algún funcionario de la Administración, cuya principal función es la de servir a los Ciudadanos. 

Órdenes estúpidas y contrarias al interés y a la seguridad de los Ciudadanos. Tales como dejar actuar a las organizaciones armadas del narco-terrorismo en el sur o permitir que miles de extranjeros ingresen ilegalmente en el extremo norte de Chile. Sin excusa válida, pues toda persona que usa su inteligencia sabe que nadie está obligado a obedecer una orden -ni siquiera una ley- que va en sentido contrario a la protección de los Ciudadanos, porque cuando se da ese escenario, estamos en presencia de una Dictadura. 

El mejor ejemplo es la Dictadura de la ONU en Chile ejecutada con la excusa del CoViD, a través de sus activos locales Bachelet, Piñera y Boric, más toda la mafia de jueces, ministros, subsecretarios, médicos, personal sanitario, abogados, medios masivos de desinformación y cuantos han aceptado y apoyado la Agenda 2030, de orientación genocida. 

El golpe de estado que la ONU está ejecutando en Chile, a través de sus esbirros del Cártel político criollo, consiste como sabemos, en ignorar el resultado del plebiscito del 4 de Septiembre de 2022 en que casi 8 millones de Ciudadanos rechazamos el intento onunista de instalarnos una constitución destinada a hacernos desaparecer como Nación, para terminar de entregarnos al arbitrio y control absoluto de la pequeña y poderosa mafia del Globalismo Kásaro Atlantista.

Nadie actuará por nosotros. 

Deberemos ser nosotros mismos nuevamente, tal como hicimos el domingo 4 de Septiembre, quienes salgamos a las calles masivamente a decir ¡NO! a su intento de iniciar un nuevo proceso constituyente. 

Ya hemos hablado y lo hemos dicho fuerte y claro. 

Ninguna constitución es perfecta y la que tenemos -aunque ha funcionado bastante bien- puede continuar siendo perfeccionada en el tiempo, sin por ello detener el desarrollo del país ni dejar de atender la enorme lista de prioridades que nuestra Nación tiene, para mejorar paulatinamente sus condiciones de vida.

Nuestra disyuntiva no es “izquierda” o “derecha”. Insisto. Esa dicotomía creada por el mismo Poder temporal que hoy asalta las Naciones desde estructuras organizacionales que nadie ha elegido, y de la cual han hecho uso exitoso por más de dos siglos, ha muerto. Sólo continúa siendo usada por inercia, y porque en los niveles medios de la estructura dictatorial planetaria aún no consiguen ponerse de acuerdo para defenestrarla definitivamente. 

¿Nueva Derecha…?

Derecha e izquierda. Izquierda y derecha. Nos han vendido esta dicotomía que ya tiene más de dos siglos y con la cual han logrado mantener a media humanidad dividida y enfrentada, sobre una falacia muy bien montada y que cada cierto tiempo ha sido retocada a lo largo de los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, logrando todavía serle útil a sus creadores y manteniendo en la miseria a ingentes cohortes de seres humanos.

Como suelo decir, los hechos constituyen evidencia y cuando falta información precisa y de primera fuente, bien vale echar mano a los simples hechos, recurrir a la impertérrita realidad que siempre está por encima de los discursos y las especulaciones.

Desde fines del siglo XVIII aquellos personajes de gran poder -algunos de los cuales son bien conocidos como multibillonarios dueños de casi todo y otros de ellos son completamente invisibles al gran público- instalaron esta noción binaria a partir del proceso de deliberación durante la revolución burguesa en Francia, donde en el sector izquierdo del salón se ubicaban quienes buscaban eliminar la monarquía y, sobre un conveniente discurso de “participación plena de la ciudadanía” y agitación de las masas, tomar el poder absoluto del país. En el sector derecho del salón se sentaban quienes preferían instalar una monarquía parlamentaria, con representación ciudadana restringida como vía para asegurar, también, su acceso al poder. Extremos versus moderados, pero ambos buscando ser el recambio de la élite gobernante hasta entonces, y ambos a espaldas de la ciudadanía, como lo era el absolutismo monárquico.

La revolución bolchevique otro tanto, usando como teatro de operaciones a Rusia, con un puñado de “activos” extranjeros y unos pocos miles de comparsas locales, con su respectivo estímulo, un discurso y un rol bien aprendidos controlaron a toda una Nación que -como la francesa antes- vio sucumbir su mundo sin poder hacer algo al respecto.

Y los chinos tres décadas más tarde, enfrentados ya nítidamente entre la “derecha” de los nacionalistas de Chiang y la “izquierda” de los comunistas de Mao en una conflagración civil instigada por el mismo Poder Real tras toda revolución, guerra y desastres económicos.  

Los hechos muestran una historia diferente, sólo para quienes osan ver más allá de la versión oficial del gobierno de turno y los medios desinformadores propiedad de los mismos instigadores.

Nada tuvo de espontáneo aquel movimiento de las élites en Francia, entre la propia nobleza, la burguesía, la Iglesia misma que pareció tan perjudicada y, por supuesto, las cofradías o logias secretas y discretas, a través de las cuales el Poder Real sobre el planeta se las arregla siempre para mantener el control, por encima de los niveles organizacionales que se encuentran en perenne pugna. Real o simulada.

No son estas creaciones, la “izquierda” y la “derecha”, instaladas como opuestos equivalentes. Lo que se ha denominado “izquierda” ha sido una estrategia nítida del Poder Real sobre la Tierra, con un propósito principal, que es el de “echar pelos en la leche” en todo tiempo y lugar, en su constante afán de controlar y someter a las Naciones a través del divisionismo, el odio y el enfrentamiento fratricida. Una receta tan antigua como la historia conocida de la sociedad. La denominada “derecha”, en cambio, es un constructo del mismo Poder Real que tiene un doble propósito; por una parte servir de simple concepto contrario al de “izquierda” por default, sin sustancia, como un enemigo fantasma, poco definido y por ello fácil de vencer. El otro propósito es el de usarlo como estigma para marcar a quienes no se hayan sometido al oscuro juego de la confrontación social instigada siempre desde su herramienta favorita “la izquierda”. Hoy se diría “cancelar”.

Quienes se identifican con “la izquierda” son por definición personas que asumen un rol activo en función de la causa social que sus ideólogos han elegido para hacerse seguir. Éstos saben muy bien manejar el sistema emocional de aquellos, de sobremanera personas jóvenes y muy jóvenes, a quienes les es fácil hacer creer que la causa que les presentan es justa, mostrándoles sólo una parte de la realidad asociada a la misma, jamás toda la información disponible y, mucho menos, permitir que esas personas quieran aproximarse a conocer esa realidad, desde fuera de la caja.

Entre las personas que se dicen “de derecha” distingo dos grupos bien definidos. El menor de ellos corresponde a la disidencia controlada del mismo Poder oligárquico que dirige con astucia esta dicotomía, entre los cuales algunas están organizadas en partidos políticos, y otras se limitan a seguir como simpatizantes más bien pasivos o con una actitud ambigua.

El grupo mayor dentro de este colectivo lo constituyen personas que experimentan una relación en general coherente entre su esfuerzo personal y la consecución de logros esperados. Se identifican más bien como ciudadanos que se deben a sí mismos, a su familia y entorno inmediato, y no a agrupaciones sociales intermedias ni al Estado. No son activistas y su auto calificación como “de derecha” carece de la resolución de quienes de consideran “de izquierda”.

Esta cohorte de ciudadanos puedo decir, ha sido utilizada desde “la derecha” por el mismo Poder Real que arrastra desde “la izquierda” a sus compatriotas que -por las más diversas razones- experimentan menos satisfacción personal en sus vidas y son por ello presa fácil de la manipulación emocional, campo en el cual el Poder Real cuenta con profesionales e instituciones de la más alta calificación.

Así, una misma entidad mundial muy poderosa maneja los hilos en el escenario que le es favorable, impidiendo a como dé lugar el surgimiento y consolidación de iniciativas alternativas.  

Los Estados Nación son de creación reciente, desde los tratados de Westfalia en 1648 que supusieron el término de la supremacía monárquica y eclesial en el sistema de administración política, al menos del modo ostensible vigente hasta entonces. Fue una manera diferente de organizar la distribución de las personas por los territorios y mantenerlas así mejor controladas, debidamente separadas y alimentando en ellas un sentimiento forzado de identidad nacional…, que posteriormente sería asumido por la mayoría de los Pueblos, pero manteniendo en común el que todos nosotros, estemos donde estemos, continuaríamos financiando con nuestro trabajo a quienes integran ese Poder temporal, para el cual, por supuesto, no cuenta esta distribución arbitraria de la geografía, ya que se mantienen siempre por encima de ella.

En nuestra región iberoamericana, los países simplemente dejaron de ser España o Portugal, hace poco más de dos siglos, manteniendo unas fronteras parecidas a las que aquellos imperios habían establecido en su administración de estos territorios.

En Chile dejamos de ser España en 1818 y pasamos a constituir en el papel una república, aunque en los hechos un territorio cuya Nación ha venido desarrollándose en función de los negocios que principalmente dirigieron capitales del Reino Unido, sumándose posteriormente fondos de inversión de otros orígenes extranjeros, más la floreciente élite local relacionada con las mismas operaciones comerciales, en las diversas ramas de producción de riqueza.

Durante todo este período bicentenario ese Poder Real sobre la Humanidad y sus correspondientes designados locales, han usado esta falsa dicotomía de “izquierda” y “derecha”, alimentando así el egregor al que mis connacionales se han sometido.

No tiene sentido el enfrentamiento fratricida entre “los de izquierda” y “los de derecha”, puesto que ambos bandos están usando un criterio de “lucha” que les es ajeno, aunque muchos en su interior no estén conscientes de ello.

En general los seres humanos somos muy parecidos cuando lo que se muestra de nosotros es nuestra intimidad. Nuestras aspiraciones personales, habilidades vitales, evolución biológica, vulnerabilidades, fortalezas y realizaciones.

En ese plano existencial no tiene sentido el “ser de izquierda” o “ser de derecha”.

Entonces, ocurre que aquella Cofradía mundial poderosa que nos controla, usa hábilmente la emocionalidad humana para desarrollar ingentes cohortes de individuos “de izquierda”, consiguiendo un doble propósito como es por una parte la disminución del valor individual de cada una de esas personas y por otra, el sumarlas a su causa hegemónica, contra aquellos pares humanos suyos, pero que perciben como pertenecientes a “la derecha”, es decir, “los otros”, tomando lugar el fenómeno de deshumanización de aquél tenido por contrario, solamente en base al discurso que les ha sido profusamente reiterado, gracias a ese proceso de vaciamiento del valor individual que les ha sido practicado, y que reemplazan por la pertenencia a la manada que comparte el mismo relato.   

Acontece en paralelo, que la misma Cofradía vigila de cerca a quienes no se consideran “de izquierda” y que, muy comúnmente, tienen como principal motivación su propio desarrollo personal, sobre un fundamento axiológico que les lleva a mantener un fuerte sentido de su valor individual, difícilmente reemplazable por alguna estrategia de alienación que les lleve a sumarse a un colectivo de sujetos -por lo mismo- disminuidos en su autonomía y, ya en ese estado, ser también presa del control mental que el aludido Poder Real maneja con maestría.

La “izquierda” ha contado siempre con todo el financiamiento necesario y las más afiladas mentes dedicadas a la ingeniería social, simplemente porque es y ha sido un brazo ejecutor del Poder Global. Los ciudadanos que sucumben a la alienación de este sector suelen ser, reitero, individuos que experimentan un severo debilitamiento de su autonomía personal y que aspiran a compensar esta vacuidad integrándose a algún colectivo, siendo el mayor de ellos el Estado.

La “derecha” es una entidad mucho menos perfilada, pues consiste más bien en la reacción estudiada y esperada por el mismo Poder Global, en el largo bamboleo de su control sobre las Naciones, sector donde también financia y promueve eficientemente líderes y agrupaciones que le continúen siendo leales. Los ciudadanos que se sienten cercanos a este sector son de ordinario individuos que valoran mucho su autonomía personal y que, por tanto, desdeñan la pertenencia a colectivos sociales que les dicten lo que deben o no pensar, decir y hacer.

En síntesis, creo que “la izquierda” tiene justificación para su periódica autocrítica y reinvención, pues su propósito es demasiado caro para la Gran Banca mundial que la creó y mantiene.

En cambio, creo también que no existe justificación para que los Ciudadanos que valoramos la libertad y autonomía personal para el desarrollo de nuestro proyecto de vida, continuemos avalando a “la derecha” en tanto engendro del Globalismo que nos somete. Mucho menos en estos días en que está meridianamente claro cómo apenas desde un poco más lejos podemos ver que “izquierda y derecha” son dos caras de una misma moneda. Una misma moneda que tiene dueño, por supuesto, y que no somos nosotros.

Es del todo comprensible que las personas que se sienten “de izquierda” no tengan dificultad alguna en continuar usando ese concepto que los aglutina y les otorga una identidad compensatoria.

En cambio, en el otro sector, el razonamiento de que “resulta más fácil para la gente” continuar usando el vocablo “derecha”, para no confundirlos con los diversos intentos diferenciadores que se suponen integrados dentro de aquella noción general, me parece insuficiente y en extremo perjudicial. Por esta razón considero un error el intento de generar una “Nueva Derecha”, pues la idea de “nuevo” continúa de este modo vinculada a una voz, por un lado, rechazada irracionalmente por “la izquierda”, perpetuando así el desencuentro Ciudadano y, por otro lado, extiende el aval de una cohorte mayoritaria de ciudadanos al engendro que nos ha sido impuesto de modo malicioso por aquel Poder Global que sólo persigue su propio interés, manipulando eternamente a moros y cristianos.

“No se remienda un vestido viejo con un trozo de tejido nuevo, porque tal remiendo tira del vestido, y hace peor la rotura”, dice en Mateo 9, versículo 16, y creo que aplica en la materia que comento.

Es tiempo de superar la trampa de “izquierda y derecha” y reconocer que el verdadero eje de la enorme confrontación que existe en la Humanidad es entre la tiranía que a sangre y fuego está imponiendo el Globalismo de la Gran Banca especulativa mundial, en un extremo, y la Soberanía que por naturaleza tenemos los seres humanos sobre nosotros mismos y las Naciones de las que formamos parte, en el otro.

En otras palabras, no puedo ni acepto definirme como “de izquierda” o “de derecha”, porque ello implica ceder mi soberanía personal en beneficio del súper poder temporal hoy identificado con el Globalismo, concepto éste instalado por las mismas pocas y súper poderosas familias dueñas de casi todo, y cuyo mayor propósito declarado por algunos de sus líderes más conocidos es el de asegurar su propia subsistencia, debiendo para ello eliminar a miles de millones de seres humanos, a quienes -por supuesto- no les preguntarán por su “color político”.

Carlos Ramón Silva.

Agosto 2022.-

No somos Ciudadanos

Soy chileno, porque nací y vivo en este país, que existe porque se lo ha reconocido oficialmente por las demás Naciones, los organismos y el derecho internacional, a partir del día 12 de febrero de 1818, en que este territorio, su gente y todo lo que contiene dejó de formar parte del imperio español.

No soy por ello mejor ni peor de lo que sería si hubiese nacido en cualquier otro lugar del planeta.

Como la mayoría de los seres humanos, amo la tierra en que nací y donde he dado forma a mi identidad personal. En consecuencia, respeto absolutamente este mismo sentimiento en todas las personas del mundo.

Sin embargo, el uso del gentilicio y el sentido de pertenencia a la Nación chilena como parte de mi identidad no son suficientes para también sentirme Ciudadano de este país.

En los jóvenes 204 años del Estado de Chile, en mi opinión, el vocablo “ciudadano” ha sido sobre utilizado desde el sistema institucional y en gran medida impuesto a la Nación, sin llegar a hacer justicia a su significado.

Entonces me planteo para ser preciso, que mi condición en el país es la de ser un mero habitante. Por cierto, un habitante legal, dada la necesidad hoy de hacer esta distinción.

Soy un habitante de Chile porque habito en el territorio adscrito al país y sólo por ello califico para esta cualidad que es por excelencia natural.

Como yo lo veo, ser Ciudadano es otra cosa.

Ser Ciudadano es una condición añadida a la de habitante, puesto que importa resguardar el sagrado e inalienable derecho natural a través de la creación consensuada de una denominación jurídica, que es y debe ser equivalente para cada individuo que por este medio pasa también a ser persona.

Obviando el sesgo de lenguaje y señalando entonces que me estoy refiriendo a cada individuo, así sea urbano o rural, el Ciudadano es un sujeto de derecho y es, en consecuencia, un sujeto de deberes, en función de la búsqueda constante del bienestar propio y el de la comunidad en la que está inserto.

Esta condición implica también el necesario ejercicio de la expresión ciudadana; quiero decir que una persona se debe a sí misma tanto como a su entorno, de modo que es tan esperable y aún exigible la manifestación de su ser en el mundo en función de su propio desarrollo, como en función del usufructo que de ello se desprende para los demás; y así con cada sujeto, en una red constante de expresión personal y social que nos debe enriquecer a todos.

La expresión de un Ciudadano no se limita al espacio de su propio hogar, sino que trasciende inevitablemente a su entorno y le lleva a participar en la vida de su comunidad, donde la libertad natural se manifiesta primero -precisamente- en la emisión de la propia opinión, razonamiento, sentimiento y argumentación, en el espacio interaccional que debe estar abierto a cada miembro de la comunidad.

Y como la cualidad de Ciudadano implica el ser natural y el ser jurídico de cada sujeto, la manera de ejercer esta ciudadanía es la participación, activa y significativa, en los asuntos que a cada persona le competen y en los que está interesada.

Es mi opinión que en nuestra breve historia nacional como Nación chilena la inmensa mayoría de los connacionales hemos permanecido en nuestra condición de habitantes, pero no de Ciudadanos, toda vez que la elaboración de las reglas del juego, el ejercicio normativo de nuestra convivencia jamás ha sido consensuado, sino que ha sido impuesto por un puñado de los nuestros -y de ajenos también- relegando la participación de los habitantes, primero que todo y principalmente a tener que entregar bajo amenaza parte de la riqueza generada por cada uno con su trabajo, al sistema administrativo del Estado, impersonal, oscuro y pésimamente retributivo.

A este respecto debo agregar que la actual convención constituyente, que propondrá la Constitución Nº 11 de Chile, no cuenta como ejercicio de ciudadanía ni de consenso, puesto que se originó como resultado de una imposición violenta, ilegítima, llena de vicios de forma y de fondo, antes y durante.

En lo personal, finalmente, aspiro a constituirme como Ciudadano de Chile, tomando parte en las decisiones políticas genuinas -no de partidos que se arrogan nuestra representación sin tenerla- en los asuntos públicos que me afectan, desde la ciudad en la que vivo. Aspiro a que cada chileno, hijos e hijas de este suelo, asuma su responsabilidad en la toma de decisiones que le competen, así como a la comunidad en la que vive.

Se denomina Soberanía, una expresión de la libertad que no hemos honrado lo suficiente y que hoy -más que nunca- se encuentra severamente amenazada.

Carlos Ramón Silva.

El poder del dinero.

Como todos sabemos, el dinero es el medio que nos permite efectuar las transacciones cotidianas que elegimos hacer.

Tanto en su forma de efectivo como en su forma electrónica, ya sea que dispongamos de más o de menos dinero, todos lo necesitamos, lo usamos y nadie reniega de él.

También sabemos que el circulante en uso es un tipo de moneda que sólo se respalda en la confianza que podamos depositar en dicho medio de intercambio. Es decir, mientras podamos -efectivamente- comprar o vender algo con él.

En este pequeño espacio solo quiero reflexionar un poco sobre el carácter universal de este medio de intercambio, esto es, el que puede ser usado para casi cualquier propósito imaginable y cómo ésto ejerce presión sobre los límites éticos y morales de nuestra especie.

Y sea el caso que dispongamos de más o de menos, es posible ver el efecto que en el uso de esa disponibilidad tiene nuestra naturaleza humana, para bien o para mal. Quien se encuentra en un estado de generosidad, lo será con lo mucho o con lo poco que en ese momento de su curso de vida posea. Quien se encuentra en un estado de egoísmo, escatimará de lo mucho o de lo poco también.

Por estar el dinero estrechamente vinculado al poder, vale recordar que este último constituye la prueba tal vez más difícil para cualquier persona y lo que resulte de dicha prueba muy probablemente se expresará también en el mayor o menor flujo de dinero de quienes lo detentan hacia quienes detentan menos poder, en un punto del tiempo y el espacio.

La manipulación que experimenta la Humanidad en todo el globo, a manos de aquella pequeña y poderosa MetaÉlite a la que aludo siempre, es hoy más evidente que nunca antes. Tanto, que aún cuando una parte de nuestra naturaleza nos despoja de inocencia, el número de personas que viene despertando y dándose cuenta de la acción de aquél 1% aumenta de manera exponencial.

Quienes han detentado el mayor poder en la Tierra, desde Babilonia hasta hoy, nunca como ahora han llegado a temer que sus días de dominio sobre la humanidad estén llegando a su fin. Justo ahora, cuando están haciendo uso de todos sus recursos para aplastarnos de modo definitivo y total, acicateados por alguna motivación aún desconocida.

Esa MetaÉlite del 1% no necesita el dinero, porque tiene el poder temporal en el planeta, pero usa el dinero para controlarnos y ejercer ese poder sobre todos nosotros, en todo tiempo y lugar.

Y un propósito muy claro en el ejercicio de su poder, es el de eliminar ingentes cantidades de seres humanos, regulando su número en función de instalar su tan buscado Gobierno Mundial. Esta ha sido una razón principal para financiar siempre las guerras, ambos bandos de ellas. Por esta razón han generado y financiado las llamadas revoluciones, como la francesa de 1789, para no ir tan atrás, la bolchevique de 1918, la nacionalsocialista de 1933, la china comunista de 1949, las «de colores» en Europa oriental y en el Medio Oriente en la segunda mitad del siglo XX y hoy, el sometimiento de las Naciones a través de la estrategia de las movilizaciones sociales, que usan como cobertura el reclamo justo de los habitantes -fundado en las propias decisiones de aquella MetaÉlite- para avanzar en su agenda globalista, que no puede estar más lejos del beneficio de quienes aparecen como los nuevos revolucionarios.

Hay entonces un presupuesto -caja chica- para los grupos encargados de generar caos y terror en los diversos países, con sus respectivas instrucciones de cuándo y dónde atacar y con qué intensidad. Hay presupuesto para sostener a las fuerzas policiales regulares con sus propias instrucciones de contener aquí y de dejar hacer allá. Está el Cártel de los partidos políticos, que recibe más dinero para mantener a la población dividida, mientras ellos se perpetúan en este segmento de la pirámide, turnándose los diversos sueldos y funciones.

Todo ello debidamente contextualizado en las consignas y desinformación de los medios masivos con un gran presupuesto entregado por la propia MetaÉlite, dueña de esos medios, los que usan para instalar el relato con que buscan alienar a la mayor cantidad de gente posible, y dueña asimismo de la mayor riqueza de la Tierra poseída por seres humanos.

Por encima de ellos, pues, todo se vuelve confuso para un habitante común. Es muy difícil acceder al conocimiento de quiénes son. Lo que está claro es que existe un «por encima de ellos», los virtuales dueños del planeta que, intuyo, están urgiendo a sus lacayos de la MetaÉlite visible para que completen de una vez el plan de control total conocido como Nuevo Orden Mundial.

Hoy convencieron a la humanidad del auto arresto domiciliario a través del miedo a morir por una infección mucho más psicológica que biológica, a partir de la manipulación genética de ciertos virus y su esparcimiento estratégico; de entregar procedimientos deliberadamente erróneos para tratar a los primeros pacientes afectados de «lo que fuere que sea eso», de la familia viral corona y declarada como enfermedad el año 2019.

Empero, entre los millones de seres humanos que despiertan, se encuentran también decenas de miles de Médicos, Biólogos, Virólogos, Trabajadores de la Salud de todo el mundo, cuyo conocimiento profesional y sentido común los ha llevado a cuestionar las directrices que el Ministerio de Salud del proto Gobierno Mundial ha venido entregando.

No. El dinero no sirve para comprar absolutamente todo. La MetaÉlite se debate con violencia, se retuerce como una fiera herida al ver amenazado su plan de extender al máximo la ruina económica de las Naciones. Continúa en sus estertores amenazando con nuevas plagas, exigiendo más y más al Cártel político que tiene a cargo en los países, vulnerando las legislaciones nacionales para castigar a todo habitante que ose pensar por sí mismo y actuar en divergencia con su mandato.

Aún no conocemos el desenlace. Estamos en la década final de su Agenda 2030 y aquel Poder Oscuro de ninguna manera renunciará a su afán de dominio sobre la raza humana. La MetaÉlite del 1% siente la presión de sus amos por una parte y su exposición ante nosotros por la otra, viendo debilitarse su hasta ahora incontrastable poder. ¡Claro!, somos cerca de 8 mil millones de seres humanos, y muchísimos entre nosotros simplemente elegimos no seguirles. Creo que algo muy bueno está cerca de ocurrir, para toda la humanidad.

El factor Tomás Mosciatti

El conocido hombre de las comunicaciones, a través de la importante red informativa Bío Bío Chile, de propiedad de su grupo familiar, se encuentra en el último año y públicamente por estos días en una circunstancia compleja, demandado severamente por daños y perjuicios, por un integrante de la llamada clase política de este país, de nombre Eugenio González Astudillo, un hombre más bien oscuro para la gente común, un profesional que ha preferido ser uno de esos operadores con poder en las redes de la élite chilena, que parecen moverse a ambos lados de la línea que separa la ilegalidad, de la ética y de la moral en que siempre se deben fundar las instituciones previstas para el funcionamiento sano de la vida pública nacional.

¿El pecado de Tomás Mosciatti?, pues el de ser un analista y comunicador perspicaz, que todo indica no está vendido a la rama local del Cabal transnacional y que hace un ejercicio muy destacado de la libertad de opinión en este país.

En lo personal, me considero un mero habitante de Chile -en mi caso un habitante legal- aunque aspiro a conseguir alguna vez la condición de Ciudadano, esto es, una persona que participa en las decisiones de la Nación a la que pertenece, para dejar de ser apenas un espectador y recipiendario de las decisiones que otros habitantes toman a diario en todas las facetas de la vida nacional, obligándome a vivir de acuerdo a leyes, normas y procedimientos en cuyo origen y discusión jamás he sido invitado a participar.

Así por ejemplo, el proceso denominado eleccionario, es en mi opinión una parodia usada para justificar la ilusión de democracia que esa misma élite diseñó desde que dejamos de ser España, obedeciendo al aparato transnacional de control de la población. En consecuencia, desde que tomé conciencia de ello me he abstenido sistemáticamente de votar por nombre alguno que esa pequeña minoría denominada la clase política -desde el rojo hasta el azul- instala cada vez en las papeletas de votación, esperando que la manada humana acuda mansamente al redil donde se ejecuta la trampa. Sí, la gran trampa de hacernos creer que estamos eligiendo nosotros a alguien para que nos gobierne.

Por supuesto, yo también alguna vez acudí a votar, en la creencia entonces, en el año 1993, que debía sumarme a quienes sentían que alguien había logrado presentarse en la elección presidencial por fuera de los partidos, alguien independiente. Así fue como usé mi registro, hice la fila y voté por Manfred Max Neef, sólo para participar en el testimonio que me pareció válido, alternativo al diseño imperante e impuesto sobre la Nación chilena, como en los demás países.

Nunca más volví a votar. Mucho menos ahora con la vergonzosa connivencia de la clase política, hoy más evidente que nunca antes, mostrada sin pudor por el tándem Bachelet-Piñera en los últimos 14 años, que le ha puesto bastante más fácil a la gente que piensa un poco más, que la denominada clase, cártel o mafia política es una y la misma.

Sin embargo, si hay una persona por la que yo volvería a votar para ser Presidente de Chile, esa es el Abogado y Comunicador Tomás Mosciatti Olivieri. No lo conozco personalmente y jamás me he comunicado con él; por supuesto asumo que como todo ser humano, tiene luces y sombras, pero lo he escuchado incontables veces en sus comentarios y análisis políticos, en sus entrevistas a muchas otras personas y ello me permite pensar y sentir -dentro de mis propias limitaciones- que se trata de una persona de excepción dentro de los medios de comunicación en Chile. Alguien a quien le he escuchado criticar fundadamente la mala gestión de funcionarios de todo el espectro político y de todos los poderes del estado, siempre desde una mirada que busca relevar aquello que muchos antiguos denominaban «lo correcto», con valentía y honestidad, al frente junto a quienes le rodean, del complejo informativo Bío Bío Chile.

El triste espectáculo que los chilenos más despiertos podemos observar en este país, marcado por la degradación cultural planificada, financiada y ejecutada sistemáticamente desde hace muchas décadas, tiene alguna posibilidad de cambio favorable si nosotros los habitantes legales somos capaces de generar un movimiento inteligente, es decir, lejos de la violencia y lejos de todos los partidos políticos. Podemos si queremos, levantar nuestras cabezas y observar a quienes nos rodean, distinguir entre ellos a quienes en nuestro interior sentimos más afines, ¿sabe? aquellos con quienes podríamos sostener una conversación serena y significativa tanto en el acuerdo como en el disenso, organizarnos localmente para comenzar a asumir nuestra responsabilidad como personas adultas e iniciar un trabajo en dirección a la Autodeterminación, es decir, construir un modo de vida de acuerdo a lo que nosotros queremos y dejar de vivir de acuerdo a un supuesto contrato social que jamás hemos firmado pero sí se nos ha impuesto. Por 202 años.

Arcontes, lobos y ovejas.

Deng Xiaoping mostró su sentido práctico con la famosa expresión que aproximadamente decía “no importa el color del gato, mientras cace ratones”. El líder del PCC entre 1978 y 1989 sin duda tenía razón y fundamentaba así el vigoroso impulso que permitió al desarrollo de la economía socialista de mercado en China, mediante el cual la MetaÉlite transnacional instalaba en ese país el diseño que desde mucho tiempo antes planeaba para el planeta entero, como 30 años después podemos constatar de manera innegable.

Ese mismo sentido práctico se muestra muy arraigado en la estructura piramidal del poder sobre la Tierra, desde el ápice hasta el estrato -mucho más abajo- que controla a la mayoría de la población mundial a partir de la máxima divide et impera, que tan buenos resultados le ha venido proveyendo por milenios.

Usando la analogía de lobos administrando a las ovejas, las Naciones contamos alrededor de 230 años siendo engañados o avalando el diseño de un sucedáneo de moderna democracia en que se nos presenta dos corrientes ideológicas opuestas principales -a veces más- que nos ofrecen con la vehemencia de un vendedor de cualquier bien innecesario, sus “buenos oficios” como representantes nuestros para llevar adelante un Programa de Gobierno, siempre impuesto por quienes están ubicados sobre ellos en la estructura compleja y misteriosa de esa pirámide. Jamás propuesto por nosotros, la población humana común.

Con el mismo sentido práctico de Xiaoping, a la pequeña y muy poderosa élite mundial no le interesa si el lobo que pone a administrar al rebaño, es rojo o es azul, mientras uno u otro hagan el trabajo sucio de mantener controladas a las ovejas.

Ambos lobos -a veces más- se turnan en las diversas tareas que hacen a su mandato principal, simulando ser contrincantes e incluso enemigos, manteniendo así confundidas a las ovejas, que nunca saben bien desde dónde ni cuándo les llegará el zarpazo, cuándo pueden pasar de ser administradas a ser atacadas por sus supuestos representantes, e incluso muertas, como el alto porcentaje de las más viejas entre ellas, que han sido muertas en las Casas de Reposo en los últimos tres meses en diversos países, con etiqueta Covid-19.

En su confusión, no pocas ovejas acceden a la propuesta de los lobos de traicionar a la gran manada de su especie, a cambio de algún tipo de recompensa mayor o menor según el cometido. Suelen incluso inscribirse en el club de uno u otro de los lobos, tal vez con la esperanza de conseguir algún beneficio por más tiempo o en la creencia de que los cercanos depredadores pudiesen eventualmente volverse sus amigos, quién sabe.

Los lobos por su parte, no las tienen todas consigo, ¡qué va!, acaso algunos muy pocos de entre ellos pueden acceder al oscuro recinto inmediatamente superior en la pirámide, esperando -al igual que las ovejas respecto de ellos- que lo que sea aquello a cuyo hedor y espantosa apariencia parecen haberse habituado, continúe postergando algún inminente perjuicio mientras su pequeña manada de lobos mantenga controlada a la inmensa manada de ovejas, con toda suerte de artimañas para su distracción y sometimiento, incluyendo la intrigante disidencia controlada entre ellas, con el buen efecto que reditúan.

Transitando ya por la primera quinta parte del siglo XXI, a cualquier observador mínimamente despierto le resulta evidente, sin embargo, que aquella MetaÉlite, el 0,1% de la población, muy arriba en la estructura del mando, los amos de los lobos y quienes se entienden con los arcontes que aterrorizan a moros y cristianos, parecen con todo estar perdiendo poder.

Existen entre las ovejas aquellas que hacen una diferencia. Las que pareciendo siempre haber sido muy pocas entre sus pares, de algún modo misterioso han venido dejando de ser la excepción para venirse tornando poco a poco, pero sostenidamente en la regla.

A la MetaÉlite no le importa si sus lobos son azules o rojos…, pero no le gustan para nada las ovejas negras, las que hacen la diferencia en el comportamiento de rebaño, las que se cuestionan, reflexionan y despiertan, las que indefectiblemente generarán el número crítico de ovejas para que la manada completa deje ya de creer en los lobos que suponían haber elegido o, aún peor, dejen de temer a los amos de los lobos.

El tiempo es crítico. Se respira en el aire. Aquellos en extremo poderosos sobre el planeta que, siendo muy pocos, han sabido transmitir de generación en generación sus estrategias y herramientas para mantener el poder que les delegaran sus milenarios ancestros, están muy apurados.

Por eso su arrancar para adelante. Por eso la aceleración en su propósito de instalar a cualquier precio el control y sometimiento absoluto sobre los seres humanos en los seis continentes, y hacerlo ya!

Por supuesto ignoro su motivación para el apuro y si alguien lo sabe me gustaría que lo dijese. Su Agenda 2030 es un plazo perentorio y demasiado cercano. Ya debieron rescindir sus propios plazos finales con anterioridad.

Extrañamente, parecieran estar asustados. Tal vez los arcontes -quienes quiera que sean- les han puesto un ultimatum. Y entretanto, las ovejas pueden despertar en número incontenible, ya no más como burdas seguidoras de la propaganda de los lobos u obedeciendo consignas vacías de los rojos o de los azules que es lo propio de mientras dormían, sino algo terrible para el 0,1%, pueden despertar de verdad, es decir, comenzar a sentir, pensar y hablar por sí mismas, pueden empezar a actuar para sí mismas.

Junio 2020.

De creer en Dios a creerse dios.

No es una oración mía, pero comparto su precisión para describir el cuadro enfermizo que puede afectar a tantos y que se hace en extremo amenazante cuando se trata de personas que detentan mucho poder o, lo que es lo mismo, a quienes les hemos permitido tenerlo.

En estos días de “pandemia”, asisto con asombro e incredulidad a dos espectáculos planetarios, cada uno en función del otro.

El primero es la arrogancia sin límite de la MetaÉlite mundial, aquél Poder en la sombra con muchos siglos de historia, y de la que también hacen gala sus mensajeros, por sentirse respaldados mientras se mantienen dentro de “la gracia” de sus amos, éstos de quienes nosotros, la gente común, nada sabemos.

Mensajeros que en su arrogancia son capaces de presentarse públicamente como benefactores, líderes religiosos, filántropos y hasta salvadores de la humanidad, bien representados hoy por el mediático William Henry M. Gates III, muy conocido como co-fundador de Microsoft y por la Fundación que creara junto a su esposa Melinda Ann French, por su nombre de soltera.

El récord de la Fundación Bill & Melinda Gates en su intento por convertirse en un líder mundial de la gestión sanitaria -una arista del propósito mayor que es controlar a la entera humanidad- es tristemente célebre, como cualquiera que quiera investigar un poco puede comprobar en la red.

Este hombre en estado de extremo narcisismo y con una ventana de poder muy amplia, como muchos en su burbuja del 0,1% se presenta como creyente en Dios,  pero al mismo tiempo sus actos lo muestran más bien jugando a ser dios, llegando a decir sin asco que es necesario “reducir el crecimiento de la población” entre un 10% y un 15%, sin duda sabiendo como saben los de su cofradía, que en realidad desean hacer desaparecer a un número muy superior de personas sobre la faz de la Tierra, puesto que desde Thomas Malthus y otros contemporáneos suyos del siglo XVIII y principios del XIX, tales como Pierre du Pont de Nemours, William Godwin y otros, buscan una justificación para el genocidio, acendrada poco después por el hijo favorito de la Royal Society of London, Charles Darwin, quien extrapola al género humano sus observaciones del mundo animal acerca de la adaptación y la prevalencia del más fuerte, dando con ello categoría académica y científica a la eugenesia, esto es, la selección de seres humanos considerados “mejores” y la eliminación de los demás, por todas las vías posibles.

Baste visitar las Piedras Guía de Georgia en Estados Unidos, para conocer la declaración que la súper Élite muestra abiertamente, en varios idiomas, de que el número ideal de habitantes en el planeta para ellos es de sólo 500 millones de personas.

El segundo espectáculo planetario es la incomprensible actitud y comportamiento de la población mundial, diré el 99.99%, que acepta la prepotencia sin límite de aquellos muy pocos que se arrogan una superioridad que no tienen y un control sobre nosotros, la gente común, que sólo es posible porque se lo permitimos. Porque se lo hemos permitido siempre.

Hemos ido como carne de cañón a sus guerras. 

Hemos comprado alegremente sus venenos. 

Hemos creído en sus mentiras sin fin. 

Hemos entregado nuestra capacidad de pensar, a sus instituciones religiosas. 

Hemos resignado nuestra libertad a la farsa de su clase política y su entelequia del Estado.

Hemos ido y luego enviado a nuestros hijos a su sistema de alienación en escuelas, liceos, institutos y universidades.

Hemos rescindido nuestra autoridad personal, aceptando la usurpación de la misma por quienes debiesen ser meros mandatarios nuestros.

Hemos, en suma, cometido como especie un grave pecado de omisión al dejar hacer a aquellos muy pocos, su voluntad de someternos a su agenda y ponernos de rodillas, generación tras generación.

Sin embargo, no son solo las pocas familias Patricias, con linajes de siglos de antigüedad las responsables de la tragedia humana, puesto que el poder que han detentado es directamente proporcional a la obsecuencia de los Pueblos en toda época y lugar.

Denle un espacio de poder a cualquier persona y podrán ver con alta probabilidad, no sólo el uso del mismo, sino también el abuso. La tentación de olvidar a la Divinidad y pasar a creerse dios, aunque sea por un breve momento, aunque sea en un espacio muy reducido, es una gran prueba para todos. Dependiendo del tamaño del espacio de poder que alguien de cualquier modo consiga, será también el alcance del muy probable abuso del mismo.

No es una nueva guerra lo que necesitamos. No es una nueva revolución, un giro en 360 grados que siempre nos deja donde mismo. Éstas sólo son respuestas acicateadas por el miedo, que nos inmoviliza o nos lleva a movimientos compulsivos y desesperados. Inútiles.

El modo de conseguir una vida mayormente armónica entre nosotros es una en cuya construcción y en cuya administración nos involucramos todos, esto es, movidos por el amor en su acepción más amplia. Ello implica abandonar la comodidad de esperar que “otros” hagan por nosotros lo que sólo nosotros debemos hacer. O aprendemos a remar juntos en una dirección elegida por nosotros mismos -sin intermediarios- o desaparece nuestra dignidad, sueños, voluntad, libertad y todo aquello que nos hace humanos.

Mayo 2020.

¿SARS-CoV-2 funcional a ID2020?

En mi opinión, es muy válido pensar que la enfermedad COVID-19 está directamente relacionada con el propósito de la MetaÉlite, de marcar por medios bioelectrónicos a la población mundial, dada la aceleración evidente en la implementación de su agenda de dominio absoluto, el sueño más caro del totalitarismo.

La inmensa mayoría de los medios masivos en el mundo se está encargando de mantener asustada a la gente, remitiéndose a hablar de «coronavirus» y contando obsesivamente los detectados, los hospitalizados y los muertos, entorpeciendo el acceso masivo a la comprensión del cuadro grande que puede mostrar lo que muy probablemente está ocurriendo. Ver sólo un árbol no es incompatible con observar alternativamente, el bosque.

Del mismo modo que el 9/11 no fue un «atentado de los terroristas musulmanes», tampoco el SARS-CoV-2 es un «nuevo virus que apareció accidentalmente en Wuhan». La información seria existente en la red permite a quien quiera investigar, darse cuenta de que la responsabilidad en el atentado de 2001 le cabe al Poder de Facto planetario, oculto, que con enormes recursos mostró una vez más -esta vez en suelo estadounidense- su absoluto desprecio por el género humano. Cualquiera puede saber al día de hoy que un Boeing 757 (si es que fue eso lo que golpeó cada torre) no hace caer un edificio como esos, pero sí lo consigue el explosivo de alto poder que previamente se habría instalado en sus bases, así como el uso de «termita» como elemento incendiario para cortar y aún derretir el metal de la estructura.

De modo creciente con cada día que pasa, podemos encontrar también suficiente información que nos permite saber que hace años diversos equipos científicos, como el que dirige el Dr. Ralph S. Baric de la Universidad de North Carolina y que publica desde el año 2003 acerca de esto, vienen manipulando coronavirus similares de origen animal, buscando obtener virus recombinantes quiméricos, es decir, combinación artificial de partes de genomas de dos o más virus similares para obtener las denominadas Gain-of-function, o un nuevo virus con capacidades superiores a sus predecesores en transmisibilidad y virulencia. Ciertamente, quienes llevan a cabo esta clase de investigación y desarrollo en ingeniería genética, siempre dirán que su propósito es prever la aparición de patógenos peligrosos, creando los suyos en laboratorios -debidamente controlados, señalan- para así poder crear también la cura ante alguna eventual pandemia que en el futuro «pudiese ocurrir».

No resulta viable simplemente obviar la relación entre la «pandemia» de la que hoy todos los medios hablan, y el ejercicio en mesa denominado Event 201, de Octubre 18 de 2019 (?) http://www.centerforhealthsecurity.org/event201/ o el retiro de la financiación pública en EE. UU. el año 2014 a las investigaciones sobre coronavirus recombinantes, por su evidente riesgo de generar una pandemia, o la nítida declaración de Bill Gates en Marzo de 2015 https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=6Af6b_wyiwI&feature=emb_logo advirtiendo de la «aparición próxima» de una epidemia provocada por coronavirus, que «podría venir de bioterrorismo»…, ¿como los terroristas del 9/11, que resultaron ser meros tontos útiles para cubrir a la mafia del Poder Real en la superficie del planeta?

El llamado de Bill Gates es que si, a diferencia de principios del siglo XX cuando tuvimos la llamada gripe española, «disponemos de muchos medios científicos y tecnológicos, mapas satelitales, avances en biología que permiten fabricar drogas y vacunas, debemos ponerlos al servicio de un sistema mundial general de salud«.

Por cierto, la Fundación Bill & Melinda Gates coorganizó el Event 201 y Microsoft es socio fundador de ID2020, la poderosa iniciativa que se propone crear un sistema de identificación digital que almacene una gran cantidad de información personal «y que vaya más allá de los límites de los gobiernos nacionales«.

En efecto, id2020.org declara un propósito aparentemente encomiable, al resaltar el hecho de que millones de habitantes en los países pobres carecen de un sistema confiable de identificación personal incluyendo la inexistencia del mismo, lo que tiene severas consecuencias de acceso de esas personas a todo lo que es común para un ciudadano de los países con mayor desarrollo, basando en este argumento su propuesta de generar «un sistema de identificación digital global, para hacer un seguimiento de los refugiados y las personas sin identificación en los países en desarrollo».

Por supuesto, su idea es instalar una identidad digital en toda la población mundial y, en un artículo publicado por ID2020 en 2018 se refieren a que «la vacunación masiva es la manera perfecta de introducir la identidad digital en el mundo, de sobremanera en los bebés puesto que», señalan, «proporcionarles a los niños una tarjeta de salud infantil digital les daría una identidad digital única y portátil desde la infancia. Y a medida que los niños crecen, su tarjeta de salud infantil digital se puede utilizar para acceder a servicios secundarios, como la escuela primaria, o facilitar el proceso de obtención de credenciales alternativas. Es decir, de ocultamiento de sus intenciones no se les puede acusar.

Las formas concretas de introducción de estos marcadores bioelectrónicos en el cuerpo de cada persona pueden variar, pero una de ellas es, por ejemplo, la llamada «tatuajes de puntos cuánticos» que ha desarrollado el equipo del Profesor del MIT Robert Langer y cuyo estudio publicó, en un artículo de Diciembre de 2019, sobre el uso de esta tecnología para identificar a las personas que recibieron una vacuna a través de una tinta que han creado y que se puede incrustar de forma segura en la piel junto con la vacuna en sí, y que sólo es visible usando una aplicación y filtro especial para la cámara del teléfono inteligente. Agrega en ese comunicado que «es posible que algún día este enfoque ‘invisible’ pueda crear nuevas posibilidades para el almacenamiento de datos, la biodetección y las aplicaciones de vacunas que podrían mejorar la forma en que se brinda atención médica, particularmente en el mundo en desarrollo». Lo de «algún día» y de que sólo sea para mejorar la atención médica, para mí es como creer la versión oficial del 9/11 y de la aparición natural del SARS-CoV-2 en China.

En estos días de reclusión en casa para media humanidad, empatizo con quienes puedan sentirse comprensiblemente asustados y sobrepasados por esta inédita circunstancia, porque está fuera de duda la existencia y circulación del patógeno o cluster de patógenos que en su desesperación esa gente subhumana de la MetaÉlite ha soltado en China o que tal vez ha activado en diversos puntos del planeta.

Sin embargo, el enorme tamaño de esta crisis me hace pensar que la oportunidad implícita es también muy grande. Muchas veces en la historia conocida nos ha ocurrido aquello de dejar a un lado nuestras endémicas diferencias, desconfianzas, descalificaciones y rivalidades, para unirnos ante una adversidad que sentimos mayor que todo lo antedicho.

Esa actitud nuestra de hacerle el juego todo el tiempo a aquel enorme Poder Real sobre el planeta, esa insoportable conducta de «agachar el moño» y acceder a la voluntad de aquella Súper Élite, que se solaza viendo cómo nos indisponemos y nos enfrentamos los unos a los otros, las Naciones de la Tierra, en vez de hacer lo único esperable en una persona adulta, como es el que aprenda a hacerse cargo de sí misma, tal vez se vea finalmente remecida por los acontecimientos que están afectándonos a todos y que ya deja muy poco espacio para el egoísmo clásico que nos hace desear que cualquier «cosa mala» sólo les ocurra a «los otros»…, a «cualquier otro».

Esta es sin duda una gran oportunidad para aprender la lección de que juntos podemos conseguir lo que jamás conseguiremos separados. Es tiempo de probar nuestro valor, que nunca desapareció sino que estaba desarticulado, al igual que nuestra condición gregaria, nuestro sentido de pertenencia a una sola y misma especie, la especie humana.

Aquél Súper Poder oscuro que sojuzga desde siempre a la humanidad, sólo ha podido hacerlo porque nos hemos dedicado a pelear entre nosotros. Aquél Super Poder oscuro no tiene una sola posibilidad de salirse con la suya si tan solo decidimos no permitirlo.

Abril 2020.-

Lo que se juega la Humanidad.

El Estado Profundo o Poder Real en la Tierra -es mi opinión- ha hecho un enorme y eficiente trabajo en su propósito de controlar y someter a la población del planeta. Planificado con gran profesionalismo, ejecutado fríamente por siglos y acelerado fuertemente en nuestros días, dando señales de que existe un «algo» inmanente que les exige alcanzar su objetivo ahora, como si a su vez temiesen…, probando así un poco del terror endémico que han infligido en las Naciones durante milenios.

Ortes y Malthus en el siglo XVIII parecen haber recibido el encargo de formalizar en nuestra era moderna la idea de limitar la cantidad de habitantes sobre el planeta, con su planteamiento de que el crecimiento natural de la población iba en rumbo de colisión con la disponibilidad de alimentos y recursos necesarios para todos, generando así una fundamentación «científica» para justificar la eugenesia y el genocidio, la que sería enormemente enriquecida en los siguientes dos siglos, eclosionando, como estamos viendo, en el siglo XXI.

Mucho más conocido es el trabajo de Darwin y Wallace en el siglo XIX, que sobre los hombros de otros grandes pensadores han pasado a la historia con el favor de la academia y del mismo Poder Real, al ser sus conclusiones funcionales al concepto falaz de que existen personas mejores que otras; seres humanos rescatables y seres humanos descartables.

No se trata esto de una teoría de conspiración. Esto ES una conspiración.

Es la conspiración más grande y permanente en la historia de la humanidad conocida, que jamás ha abandonado su objetivo de sometimiento absoluto de quienes habitamos la superficie terráquea.

Conspirar es, al decir de Marilyn Ferguson, respirar juntos; es decir que puede referirse a cualquier propósito compartido de un grupo de personas y, en este caso, adquiere plenitud de sentido a pesar de la enorme y constante campaña de los medios masivos de desinformación -de propiedad del mismo Poder- por distorsionar el concepto para acotarlo sólo a aquella práctica de imaginar o suponer la existencia de algún oscuro plan, y atribuírselo a algún grupo de personas muy poderosas, como si ello fuese algo absurdo o ridículo.

Adquiere plenitud de sentido porque es una conspiración de personas extremadamente poderosas en el mundo, con un mismo propósito que al día de hoy ni siquiera se molestan en disimular, tal como recuerdo en esta pequeña muestra de la imagen, con las aseveraciones documentadas de aquellos precursores ya señalados, y algunos personajes contemporáneos probadamente eugenésicos, que han expresado abiertamente lo que sin duda también aprueban muchos de sus pares, integrantes de la MetaÉlite mundial.

No reviste novedad señalar que las personas comunes, nosotros, la gente que constituimos las diversas Naciones de la Tierra, somos vistos desde la cima de la pirámide como meros recursos, unidades económicas o «comilones inútiles» como Henry Kissinger solía llamarnos.

En este contexto es legítimo pensar que el covid-19 es la más reciente campaña de terror, una más, desplegada por el Estado Profundo con aquel mismo propósito ya citado. No se trata de que la cepa no sea real, sino del hecho de que la han creado y soltado, con total impunidad, y a esta hora mantienen a media humanidad sometida a la incertidumbre, obligándonos a situarnos en algún punto del espacio que va desde hacer caso omiso hasta tener que confiar en los medios oficiales.

Como sabemos, un virus no es un organismo, sino una herramienta, un mecanismo inerte diseñado para acoplarse en algún tramo de nuestro ADN, para entonces comenzar a operar de acuerdo a su diseño, haciendo más o menos daño en el cuerpo humano de acuerdo a una serie de variables en general relacionadas a la condición de nuestro sistema inmune y al ambiente que nos rodea.

No me resulta posible atribuir esta nueva pandemia a «un error» o «al azar», sino a un intento intencionado más para acelerar la despoblación de la corteza terrestre, así como el mismo Poder Real viene haciendo por múltiples vías que en este artículo prefiero no comentar.

Y nosotros, la gente común, siempre estamos jugándonos la vida, sujetos a la voluntad de los muy pocos en la Tierra y en cada país, sin que hayamos hasta ahora conseguido hacer lo único que verdaderamente puede sacarnos de las garras de ese enorme Poder de Facto, de ese Verdadero Poder que juega con nuestra existencia sin contrapeso.

Lo único que podemos hacer para zafar de ese asfixiante control obligado, es asumir que ello está ocurriendo y que nosotros somos los principales responsables por permitirlo. Para ello debemos dejar de pelear entre nosotros, debemos dejar de ir a los frentes de combate a morir o matar sólo para beneficio de quienes generan sus guerras estúpidas movidos por intereses claramente egoístas de la MetaÉlite.

Debemos ser capaces de organizarnos en cada asentamiento humano, para tomar el control de nuestras propias vidas y nuestras comunidades. Debemos dejar de esperar que sean «otros» quienes se hagan cargo de nuestros asuntos, pues esos «otros», está comprobado, sólo se mueven por intereses propios, con toda la estructura de administración que han construido con nuestra anuencia, hasta que dejemos el infantilismo que nos define y decidamos actuar como adultos, esto es, por nosotros mismos.

El desafío de entendernos entre nosotros.

Me impresiona ver cómo mis amistades que se inclinan por el “Apruebo” en el plebiscito de Abril en Chile, junto con fundamentar su opción en razones genuinas y éticamente intachables, omiten de un modo incomprensible el evidente engaño que en mi opinión la clase política, a todo su ancho, ha desplegado precisamente con ese propósito.

Doy por descontado el enorme consenso que existe en la Nación chilena, respecto de la legitimidad de las demandas sociales, profusamente identificadas.

Asumo también como un hecho cierto que un número significativo de los chilenos ha venido mostrando una actitud más comprometida respecto de los asuntos de la vida pública, acercándose saludablemente al deber ser ciudadano.

Y concuerdo con la percepción general de que ver a muchas personas manifestando su reclamo social de modo civilizado, a rostro descubierto y en una actitud positiva, es muy esperanzador.

No obstante, como un habitante más creo que no basta con eso. Es necesario el ejercicio para nada fácil, de analizar la compleja circunstancia que los chilenos estamos construyendo, donde es preciso tratar de separar lo esencial de lo accesorio, lo genuino de lo artificial, para no caer en la trampa tendida desde los oscuros entresijos del Poder de Facto, por medio de su instrumento ejecutor que es el sistema de pseudo representación a través de partidos políticos.

El Poder de Facto, también denominado Estado Profundo, quiero reiterar, puede no estar formado por todas las personas multimillonarias de Chile y del mundo, pero es claro que todas las personas que dirigen ese Estado Profundo supranacional son multimillonarias y extremadamente poderosas.

Por su parte y desde mi perspectiva, la clase política sí involucra a la totalidad del sistema de partidos políticos e instituciones públicas permeadas por ellos, puesto que en su conjunto cumplen con el trabajo sucio de pretender representarnos, al tiempo de mantenernos permanentemente divididos y, por ello, alejados de nuestra posibilidad de asumir el desafío de la Autodeterminación, nuestro derecho natural y nuestro derecho positivo sancionado a través del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, así como del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, vigentes desde el año 1976, ambos en su artículo 1º.

Así, la siempre astuta maquinaria del sistema de partidos políticos, cumpliendo con la agenda que le es encomendada por sus poderosos mandantes del Estado Profundo, consigue en buena medida confundir a la población, atribuyéndose su representación dentro del diseño de falsa democracia, que es todo lo que hemos conocido en nuestros 200 años de historia republicana, atendido el hecho de que para ser verdadera, una democracia debe implicar la participación directa de los ciudadanos en todos los asuntos importantes que les incumben. A cambio de ello, tenemos lo que ya sabemos: la supuesta elección cada ciertos años, de pseudo representantes en los diversos cargos de la administración del Estado, todos ellos de entre las filas de los integrantes de la clase política.

El desastre que para nosotros, los habitantes legales de Chile, han producido nuestros connacionales que constituyen la clase política desde todos sus partidos, es evidente, contundente e innegable.

Sin perjuicio de la estrategia de la oligarquía nacional, desde la primera mitad del siglo XIX hasta hoy, de permitir que la población participe de los beneficios del desarrollo del país, aumentando o disminuyendo por períodos el trozo de la torta a la que podemos acceder, en términos estructurales ello ha ocurrido dentro del diseño de una macroeconomía productora de artículos primarios o con escaso valor agregado, instalado de adrede desde el inicio de la República y que obtiene como resultado una distribución en extremo desigual de la riqueza así producida.

En las últimas cuatro décadas hemos asistido a un importante incremento en el proceso de desarrollo general del país, empujado por el modelo económico que privilegia el libre mercado, cuyos principales beneficios para los habitantes han sido una profusión de puestos de trabajo y el acceso extraordinario a diversos bienes de consumo, reflejando a nivel macro una disminución dramática de la pobreza y un mejoramiento incontestable en los indicadores de desarrollo estandarizados internacionalmente.

Sin embargo, todo ello sigue estando igualmente contenido en aquel diseño que el Poder Real determinó para Chile -así como para la mayoría de los países del hemisferio sur- de modo que  esos trabajos están masivamente mal remunerados y no se ha previsto integrar a grandes cohortes de ciudadanos a la propiedad de los medios de producción, como correspondería en un sistema capitalista sano.

La jerarquía del Poder nacional, como lo evidencian los hechos, privilegió su vinculación comercial con los grandes poderes compradores mundiales, antes que generar el desarrollo sostenido y armónico para la Nación, a pesar de ser la nuestra una población relativamente pequeña.

Y si bien los arquitectos de este diseño de desarrollo a media máquina han sido quienes controlan el sistema financiero internacional -con su respectiva delegación local- es la clase política la encargada de perpetuarlo, a través del ardid de presentarse unos como contendores y hasta como enemigos de otros, de cara a la población, apelando los unos a la igualdad y los otros a la libertad; unos al control centralizado y otros al libre mercado; unos al Estado y otros al individuo.

Todo ello sobre una enorme constante: el poder no lo detentamos los habitantes. El poder que naturalmente pertenece al conjunto de la Nación, ha sido escamoteado por un pequeño grupo de entre nosotros los chilenos, por esa clase política desde el rojo hasta el azul,  permaneciendo secuestrado por ellos generación tras generación…, con la anuencia de los habitantes…, que nos hemos dejado encandilar con las luces artificiales de la propaganda, los discursos, las promesas, la prensa masiva y, por cierto, los espejos de colores y las cuentas de vidrio que abarrotan las tiendas y supermercados. 

Hoy esa misma clase política -cuyos diversos integrantes siempre hacen como si buscasen propósitos diferentes e irreconciliables- continúa ganando dividendos a costa de la población que dice representar, con la puesta en escena de una eventual nueva constitución para Chile, una construcción completamente suya y que, tal como han planeado el mecanismo para obtenerla, sólo beneficia a su propia especie.

Desde la llamada “izquierda”, donde se cuentan todos los que juegan a “oposición de turno” y muchos de los que juegan a “gobierno de turno”,  vociferan que ello traerá la solución a todas esas legítimas demandas sociales y -en el paroxismo de su afiebrado discurso- que seremos los propios habitantes quienes redactaremos la carta fundamental. 

Desde la llamada “derecha”, donde está la mayoría de los que juegan a “gobierno de turno” y aquellos que juegan a ser “la verdadera derecha”, agitan a la Nación esperando llevar mucha agua para su molino y así llegar a ser un sector relevante dentro del mismo corral que los reúne a todos.

Estoy convencido y es mi opinión, que El Poder de Facto o Estado Profundo está pateando el tablero porque sabe que muchísimas personas en el planeta estamos despiertas o en proceso de hacerlo. Su Agenda 2030 tiene plazo perentorio, y no quieren incumplirlo como debieron hacer con su antecesora la Agenda 21, ambas a través de su agencia internacional, la ONU.

La clase política en Chile busca atemorizarnos, tanto desde “la izquierda” como desde “la derecha”, como es evidente para todo observador.

En absoluto serán personas independientes quienes llegarán a una eventual convención constituyente. Está muy claro que ese espacio deliberativo, de llegar a concretarse, estará ocupado una vez más por integrantes de la misma clase política y no por representantes genuinos de los habitantes legales del territorio que necesitamos profundos cambios sociales. 

Cualquiera que sea el resultado del plebiscito de Abril, en mi opinión los habitantes debemos continuar levantando la mano para manifestar que ya no queremos un sistema de gobierno que nos miente con su supuesta representación; no queremos que el resultado de “Apruebo” o de “Rechazo” sea utilizado por los mismos muy pocos para perpetuarse en el poder que desde siempre nos han escamoteado.  

Todas esas legítimas necesidades sentidas por los habitantes, somos nosotros mismos quienes debemos abordarlas, no basta con demandar que “alguien”, “algún otro” nos las resuelva. Ya saben, no se le pide al gato que cuide la pescadería.

Somos nosotros quienes debemos y podemos generar el espacio organizacional necesario desde abajo hacia arriba, desde cada barrio y cada comuna de Chile. Este es a mi juicio, el gran desafío de la Nación. No seguir esperando lo que resuelva un grupo de supuestos iluminados, sino llegar a entendernos entre nosotros, los habitantes, para luego de ello comenzar a construir una verdadera democracia.