No somos Ciudadanos

Soy chileno, porque nací y vivo en este país, que existe porque se lo ha reconocido oficialmente por las demás Naciones, los organismos y el derecho internacional, a partir del día 12 de febrero de 1818, en que este territorio, su gente y todo lo que contiene dejó de formar parte del imperio español.

No soy por ello mejor ni peor de lo que sería si hubiese nacido en cualquier otro lugar del planeta.

Como la mayoría de los seres humanos, amo la tierra en que nací y donde he dado forma a mi identidad personal. En consecuencia, respeto absolutamente este mismo sentimiento en todas las personas del mundo.

Sin embargo, el uso del gentilicio y el sentido de pertenencia a la Nación chilena como parte de mi identidad no son suficientes para también sentirme Ciudadano de este país.

En los jóvenes 204 años del Estado de Chile, en mi opinión, el vocablo “ciudadano” ha sido sobre utilizado desde el sistema institucional y en gran medida impuesto a la Nación, sin llegar a hacer justicia a su significado.

Entonces me planteo para ser preciso, que mi condición en el país es la de ser un mero habitante. Por cierto, un habitante legal, dada la necesidad hoy de hacer esta distinción.

Soy un habitante de Chile porque habito en el territorio adscrito al país y sólo por ello califico para esta cualidad que es por excelencia natural.

Como yo lo veo, ser Ciudadano es otra cosa.

Ser Ciudadano es una condición añadida a la de habitante, puesto que importa resguardar el sagrado e inalienable derecho natural a través de la creación consensuada de una denominación jurídica, que es y debe ser equivalente para cada individuo que por este medio pasa también a ser persona.

Obviando el sesgo de lenguaje y señalando entonces que me estoy refiriendo a cada individuo, así sea urbano o rural, el Ciudadano es un sujeto de derecho y es, en consecuencia, un sujeto de deberes, en función de la búsqueda constante del bienestar propio y el de la comunidad en la que está inserto.

Esta condición implica también el necesario ejercicio de la expresión ciudadana; quiero decir que una persona se debe a sí misma tanto como a su entorno, de modo que es tan esperable y aún exigible la manifestación de su ser en el mundo en función de su propio desarrollo, como en función del usufructo que de ello se desprende para los demás; y así con cada sujeto, en una red constante de expresión personal y social que nos debe enriquecer a todos.

La expresión de un Ciudadano no se limita al espacio de su propio hogar, sino que trasciende inevitablemente a su entorno y le lleva a participar en la vida de su comunidad, donde la libertad natural se manifiesta primero -precisamente- en la emisión de la propia opinión, razonamiento, sentimiento y argumentación, en el espacio interaccional que debe estar abierto a cada miembro de la comunidad.

Y como la cualidad de Ciudadano implica el ser natural y el ser jurídico de cada sujeto, la manera de ejercer esta ciudadanía es la participación, activa y significativa, en los asuntos que a cada persona le competen y en los que está interesada.

Es mi opinión que en nuestra breve historia nacional como Nación chilena la inmensa mayoría de los connacionales hemos permanecido en nuestra condición de habitantes, pero no de Ciudadanos, toda vez que la elaboración de las reglas del juego, el ejercicio normativo de nuestra convivencia jamás ha sido consensuado, sino que ha sido impuesto por un puñado de los nuestros -y de ajenos también- relegando la participación de los habitantes, primero que todo y principalmente a tener que entregar bajo amenaza parte de la riqueza generada por cada uno con su trabajo, al sistema administrativo del Estado, impersonal, oscuro y pésimamente retributivo.

A este respecto debo agregar que la actual convención constituyente, que propondrá la Constitución Nº 11 de Chile, no cuenta como ejercicio de ciudadanía ni de consenso, puesto que se originó como resultado de una imposición violenta, ilegítima, llena de vicios de forma y de fondo, antes y durante.

En lo personal, finalmente, aspiro a constituirme como Ciudadano de Chile, tomando parte en las decisiones políticas genuinas -no de partidos que se arrogan nuestra representación sin tenerla- en los asuntos públicos que me afectan, desde la ciudad en la que vivo. Aspiro a que cada chileno, hijos e hijas de este suelo, asuma su responsabilidad en la toma de decisiones que le competen, así como a la comunidad en la que vive.

Se denomina Soberanía, una expresión de la libertad que no hemos honrado lo suficiente y que hoy -más que nunca- se encuentra severamente amenazada.

Carlos Ramón Silva.

Publicado por

Carlos Ramón Silva

Escribo para desahogar. Es mejor que predicar en el desierto.

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